lunes

#01: Escepticismo



# El simulacro de hoy: escepticismo #

Escribo en un día en el que realmente me siento cansada de la gente que defiende sus ideas como si de su vida se tratara; qué demonios, como mucho más. Hasta gente que muere y mata por una idea que les da sentido; que suena muy bonito, pero en términos genéricos ¿realmente está justificado matar por una idea? Así formulada mismamente, podría aparecer en todos los libros de lengua para explicar lo que es una pregunta retórica.

Todo viene de la manía absurda de ponerle un sentido trascendental a la vida. Es igual que el horror vacui, miedo al folio en blanco, a los estantes vacíos y a una habitación grande "por no tener suficientes cosas para llenarla". Ese tipo de gente, tan frecuente, que necesita definirse a sí misma y encasillarse dentro de algo, no puede vivir sin pensar que la vida tiene un motivo trascendente, fundamental y único, que trivializa todo lo demás. Pero hasta aquí bien. Puedo llevarme bien con este tipo de personas mientras sean coherentes en lo demás. En general, puedo llevarme bien con cualquiera que razone, sean las que sean sus premisas de partida. El problema es cuando degenera en el subtipo B, que llena su agorafobia con ideas cuanto más extravagantes mejor, y le salta el fusible cuando se le discuten.


Intercalo imágenes para que se te olvide la magnitud
del coñazo que por alguna razón estás leyendo.

En el instituto se enseña filosofía por una razón. Y no es cultura general: no se juega al Trivial todos los días, ni vas a dejar de comer una semana porque no te acuerdes de quién escribió la Crítica de la Razón Pura. El motivo por el que se estudia filosofía es para que los niños aprendan de una puñetera vez que la verdad no existe, que todo es relativo, que los ojos te engañan y que ya en aquellos tiempos en los que Grecia era una nación gloriosa y no un páramo endeudado había señores que se dedicaban profesionalmente a rebatir argumentos, indistintamente de índoles opuestas, y a ganar elecciones con ello. Pero como no todo el mundo aprueba filosofía y muchos menos aprenden, esa historia no entra en la mollera de la mayoría de la población y aún es difícil encontrar a alguien que no se crea en posesión de la verdad universal y actúe en consecuencia, presuntamente guiado y siempre justificado por la mano del dios, ídolo o movimiento de turno.

La selección natural, por desgracia, hace ya bastante que dejó de funcionar con los humanos. Al menos en lo genético. Si no, no me explico cómo demonios no se han extinguido ya los héroes que se inmolan por causas presuntamente gloriosas, la cúspide y culmen de la apología de una idea. O eso, o tienen un atractivo que les concede un éxito reproductivo que les evita el premio Darwin. Oh, sí, cómo me pone que te encamines hacia una muerte gratuita por una guerra en la que tú inicialmente no pintabas nada... Pero eh, dos cosas: la primera, que estás dando por hecho que hay algo más después de ti, que queda después de que tú mueras, que te van a recordar en alguna parte que realmente exista y que al final no es todo un sueño de Diego Serrano; cosa que es mucho suponer. Segundo fallo, que quién te dice que tu punto de vista es el más apropiado. Que lo mismo mueres habiendo invertido todos los domingos de tu vida en misa o meditando con mantras, para que ahora la religión buena sea el islam integrista y en el cielo los suicidas estén dándose el lote con las trescientas vírgenes, mientras tú esperas a las puertas del cielo preparándote un cursillo intensivo de Corán. Claro que si tienes la certeza absoluta de que tu ideología es la correcta, no hay más que hablar. La certeza equivale a verdad. Todos lo sabemos. Todos hemos tenido la certeza de que al día siguiente nos íbamos a levantar con un montón de regalos de Navidad debajo del árbol, traídos del lejano Oriente o por un señor montado en trineo volador.


Verdad absoluta.

Lo peor de todo esto, es que todos tenemos certezas a las que nos agarramos como Gollum a su tesoro, aunque no necesariamente nos inmolamos de una forma tan espectacular por ellas. Lo suyo sería no inmolarse, ni un poquito. Ni tostarse los pelillos con el fuego del Monte del Destino; pero es difícil no chamuscarse un poco. Por eso, porque no quiero caer en la creencia absoluta de una idea ni aunque ésa sea el escepticismo, me propongo un tratamiento de choque. Intentaré, al más puro estilo sofista, meterme en las neuronillas de creyentes de ideologías de diversa índole y defenderlas "a muerte" en sucesivas ocasiones (cuanto más extremo, más divertido será). Cuando me canse, haré una revisión de todo lo producido y me reiré de lo imbécil que puedo ser; o a lo mejor me convenzo de algo, cojo el primer avión de Ryanair que salga y me voy con lo puesto y sin cortaúñas a predicar en tierras lejanas. 

Hoy, ha tocado ser cínica.

# Haya paz, esto es sólo un simulacro.

Krysia

3 comentarios:

  1. Plas plas plas.

    En mis prejuicios, cuando una persona se define como algo de primeras, sin dar tiempo siquiera a que salga el tema de conversación en cuestión, sino simplemente al presentarse sale "soy bla bla bla"*... esa persona pasa a categorías inferiores en mi mente, es improbable que vuelva a llamarla.

    *Excepción hecha con trabajo/estudios/lugar de nacimiento.

    PD: Echo de menos los honey loops.

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  2. Muchas gracias por pasarte por aquí, Anónimo :) Eres bienvenido a participar en cualquiera de los temas. Ya sabes que a mí me va más el rollo de intentar descifrar los motivos que llevan a esas criaturas a pensar así. Espero que no por que profundice en ello me metas en esas categorías inferiores (o te asustes de mí porque parezca que soy un ente sin ética ni principios).

    PD.- Yo echo de menos las colinas cubiertas de mierda blanca :(

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  3. Pues yo soy de Rota. JAJAJAJAJAJAJAJAJA. Aqui las inundaciones las arreglamos con platos soperos.

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